Por: Lic. Amalie Ablin*, Licenciada en Ciencia Pol&iacute;tica (Universidad del Salvador, Bs. As.), Graduada del Programa de Capacitaci&oacute;n Ejecutiva en Agronegocios (Universidad de San Andr&eacute;s, Bs. As.) Fotos: Banco de im&aacute;genes En octubre de 2020 el Parlamento Europeo (PE) incluy&oacute; en su temario de sesiones una revisi&oacute;n del denominado &ldquo;Acuerdo de Asociaci&oacute;n Estrat&eacute;gica con la Uni&oacute;n Europea&rdquo; (AAE), proyecto de Acuerdo de Zona de Libre Comercio Mercosur-Uni&oacute;n Europea, que llev&oacute; 20 a&ntilde;os de negociaciones hasta su conclusi&oacute;n preliminar en junio 2019, y que conformar&iacute;a la primera experiencia internacional de un tratado de dicha naturaleza entre dos bloques regionales. Tal acuerdo conllevar&iacute;a la integraci&oacute;n de un mercado con 800 millones de habitantes, representativo de casi una cuarta parte del PBI mundial y que alcanzar&iacute;a comercio bilateral de bienes y servicios por valor superior a U$S100.000 millones. El mismo podr&iacute;a eventualmente convertirse en un hito para la inserci&oacute;n internacional de la Argentina en la medida que efectivamente permitiera incrementar las exportaciones de las econom&iacute;as regionales, consolidar la participaci&oacute;n de nuestras empresas en cadenas globales de valor, promover la llegada de inversiones, acelerar el proceso de transferencia tecnol&oacute;gica y aumentar la competitividad de la econom&iacute;a, todo lo cual contribuir&iacute;a potencialmente a generar una expansi&oacute;n del PBI y del empleo.&nbsp; <p style="text-align: center;"> Sin embargo, muchos cr&iacute;ticos del texto negociado consideran que el mismo conllevar&iacute;a una apertura unilateral de la econom&iacute;a del Mercosur a los productos manufacturados europeos, con escasa reciprocidad en aquellos agropecuarios que concentran el n&uacute;cleo m&aacute;s eficiente de la producci&oacute;n regional. Dichas cr&iacute;ticas apuntan a que concesiones basadas esencialmente en rebajas arancelarias no necesariamente aseguran la ampliaci&oacute;n del acceso a mercados de productos agropecuarios cuando el proteccionismo moderno tiende cada vez m&aacute;s a sustentarse en normativa regulatoria sanitaria y medioambiental. Por otra parte, desde una perspectiva institucional cabe tener presente que el texto suscripto del AAE debe ser ratificado por el Parlamento Europeo as&iacute; como los 27 Parlamentos nacionales de los Estados Miembros (EM) de la UE, donde todav&iacute;a puede enfrentar seria resistencia. Al respecto, resulta imprescindible remarcar que hasta el presente ninguno de los l&iacute;deres sustantivos de la Uni&oacute;n Europea (UE) y sus EM ha defendido expresamente la ratificaci&oacute;n del AAE. M&aacute;s a&uacute;n, los representantes en el PE de los EM tradicionalmente proteccionistas en materia agr&iacute;cola (Francia, Irlanda, Dinamarca, Polonia, entre otros) han deslizado su rechazo a cualquier acuerdo que contenga concesiones agr&iacute;colas, a lo que se agregan los reparos europeos al manejo de los pa&iacute;ses del Mercosur en materia medioambiental, poniendo en evidencia las crecientes demandas europeas sobre compromisos dirigidos a alcanzar coherencia entre sus pol&iacute;ticas ambientales y comerciales. En efecto, el proteccionismo agr&iacute;cola reciente de la UE se refleja en diversos mecanismos basados en criterios sanitarios y medioambientales, que se entrelazan normativamente, tales como los denominados Pacto Verde; Programa del Productor al Tenedor (que prev&eacute; ciertos subsidios destinados a reemplazar por producci&oacute;n dom&eacute;stica las importaciones de sustancias proteicas -esencialmente soja- provistas hasta ahora por Brasil, Estados Unidos y Argentina); y el concepto de &ldquo;Autonom&iacute;a Estrat&eacute;gica&rdquo;, inevitablemente asociado a la autosuficiencia agr&iacute;cola. La Pol&iacute;tica Agr&iacute;cola Com&uacute;n (PAC) es una de las herramientas m&aacute;s antiguas de la UE. Introducida en 1962, con el prop&oacute;sito de aumentar la producci&oacute;n agr&iacute;cola, garantizar la seguridad alimentaria, proteger la calidad de vida de los agricultores y estabilizar los mercados, en un contexto de precios razonables para los consumidores. As&iacute;, la PAC concentra al presente casi 40% del presupuesto total de la UE, siendo actualizada cada siete a&ntilde;os, correspondiendo su revisi&oacute;n en 2021, la cual enfrenta nuevos desaf&iacute;os para su alineaci&oacute;n con los objetivos de sostenibilidad, protecci&oacute;n de la biodiversidad y el medio ambiente, aspectos muchas veces distorsionados con fines proteccionistas. Estos programas no se encontraban tan claramente definidos al suscribirse el AAE en junio de 2019, aunque en cualquier caso la cuota ofrecida por la UE para el ingreso de carnes vacunas del Mercosur libres de arancel -99.000 toneladas (tons) base con hueso, las que desosadas no superar&iacute;an 72.000 tons, a distribuir entre las cuatro naciones- presenta un volumen m&aacute;s que exiguo para un Acuerdo de Libre Comercio. En particular se advierte que en las negociaciones de la Ronda Uruguay Argentina obtuvo 11.000 tons adicionales de Cuota Hilton, con lo cual el contingente consentido en el AAE pr&aacute;cticamente equivale a la sumatoria de los tramos de Cuota Hilton detentados por los respectivos Miembros del Mercosur, todos proveedores.&nbsp; A ello se agrega que con motivo de la reorientaci&oacute;n pol&iacute;tica posterior en la UE, al iniciarse 2020 un grupo de legisladores socialistas y de los crecientes Partidos Verdes respaldaron los resultados de un informe encargado por la &ldquo;Coalici&oacute;n para un Precio Justo de las Prote&iacute;nas Animales (TAPPC)&rdquo;, solicitando que se incluya un nuevo modelo de precios de la carne en el Pacto Verde y dem&aacute;s instrumentos antes citados. Dicho estudio sugiere que el precio de las carnes deber&iacute;a aumentar para reflejar el impacto ambiental real de su producci&oacute;n, por lo que nuevos aranceles deber&iacute;an aplicarse gradualmente a partir de 2021, alcanzando la cobertura total de los costos ambientales en su lugar de producci&oacute;n, incluyendo las emisiones de CO2 y la p&eacute;rdida de biodiversidad hacia 2030. Igualmente, otros informes solicitados por el &ldquo;Comit&eacute; de Medio Ambiente, Salud P&uacute;blica y Sanidad Alimentaria (ENVI)&rdquo; del PE -&ldquo;como contribuye el comercio internacional a la forestaci&oacute;n sostenible y a la preservaci&oacute;n de los bosques a trav&eacute;s del Pacto Verde&rdquo; (difundido en octubre de 2020) y aquel titulado &ldquo;Brasil y la Selva Amaz&oacute;nica&rdquo;- clarifican que no se trata de ejercicios acad&eacute;micos sino de una indispensable evaluaci&oacute;n para determinar los efectos y alcances reales del AAE negociado con Mercosur. Dichos informes -que incluyen alusiones al Chaco argentino y boliviano- atribuyen facultades a la UE para considerar todo impacto sobre aquellos espacios internacionales considerados estrat&eacute;gicos, tal como las selvas de Am&eacute;rica del Sur, dada su relevancia como gran pulm&oacute;n del mundo y su insustituible patrimonio de riqueza biol&oacute;gica global -incluyendo sus gigantescos acu&iacute;feros- y por ende atender a sus pol&iacute;ticas de explotaci&oacute;n, desarrollo sostenible, y acceso y comercializaci&oacute;n de sus recursos.&nbsp; <p style="text-align: center;"> Por su parte, una demanda cambiante e inestable reflej&oacute; cambios en la oferta y consumo de carnes a nivel mundial, como consecuencia de la pandemia desatada desde comienzos de 2020, estim&aacute;ndose que los vol&uacute;menes de producci&oacute;n previos al COVID-19 no retornen a corto plazo. As&iacute;, la UE registr&oacute; una disminuci&oacute;n en su producci&oacute;n de carne vacuna de 2,4% en la primera mitad del a&ntilde;o debido a las medidas restrictivas adoptadas con motivo de la pandemia, en particular la menor demanda del sector alimenticio (restaurantes, bares, caf&eacute;s, etc.), previ&eacute;ndose de igual forma una baja en la producci&oacute;n de carne tanto vacuna como porcina a lo largo de 2020 y 2021. Sin embargo, la situaci&oacute;n en 2020 culmina de manera relativamente positiva, con la recuperaci&oacute;n de los precios de l&aacute;cteos y carnes, cuya demanda ha remontado como resultado de la reapertura de los restaurantes y la recuperaci&oacute;n del turismo, lo que ha determinado en definitiva una disminuci&oacute;n general estimada de la producci&oacute;n de carne de vacuno de s&oacute;lo 1,4%, mientras su consumo se contraer&iacute;a 2,1%, a 10,4 kg per c&aacute;pita en 2020. El seminario internacional dirigido a evaluar en julio de 2020 la evoluci&oacute;n de la producci&oacute;n y comercializaci&oacute;n de carne vacuna a nivel global -durante y despu&eacute;s de la pandemia- concluy&oacute; que la cadena de ganados y carnes argentina estuvo a la altura de las circunstancias durante la cuarentena, aunque resultaba propicio comenzar a debatir los desaf&iacute;os que el futuro del consumo y comercio de las carnes en el mundo post COVID-19 anticipa. As&iacute;, la visi&oacute;n de la industria frigor&iacute;fica argentina contempla que el avance en la promoci&oacute;n de una dieta equilibrada y la creciente concientizaci&oacute;n en torno de la sostenibilidad agroambiental son aspectos a tener en cuenta en el desarrollo de cualquier plan estrat&eacute;gico, reconociendo que el fomento del consumo de vegetales en reemplazo de las carnes y las campa&ntilde;as sesgadas contra la ganader&iacute;a vacuna tambi&eacute;n generan un impacto negativo, al igual que el desarrollo artificial de alimentos de apariencia y gusto c&aacute;rnico a base de prote&iacute;nas vegetales procesadas. Otro factor a destacar es la convocatoria de la &ldquo;Mesa Argentina de Carne Sustentable (MACS)&rdquo;, parte de la &ldquo;Global Round Table for Sustainable Beef (GRSB)&rdquo;, que ha tomado relevancia mundial desde su origen en 2012, al haberse constituido ya mesas en 8 pa&iacute;ses/regiones, que incluyen a los principales productores y exportadores de carne vacuna (Estados Unidos, Australia, Brasil), asociaci&oacute;n que nuclea organizaciones, empresas y entidades que buscan promocionar la mejora continua de la cadena de carne local. Persiguen minimizar los impactos de la actividad, definiendo indicadores de sustentabilidad para posicionar al producto en el pa&iacute;s y a nivel internacional, bas&aacute;ndose en principios que alientan la salud y bienestar animal, as&iacute; como eficiencia e innovaci&oacute;n en el procesamiento. Ello involucra anticipar y acelerar la respuesta a las tendencias del mercado, incluyendo innovaciones en materia de insumos y servicios que tornen m&aacute;s sustentable a mediano plazo al sector, promoviendo una creciente sinergia entre los consumidores y la comunidad por medio de la oferta de alimentos naturales. <p style="text-align: center;"> La carne vacuna es uno de los s&iacute;mbolos que han identificado hist&oacute;ricamente a Argentina, siendo actualmente objeto del debate sobre el impacto ambiental de la actividad, el cual se desarrolla tanto en el &aacute;mbito de los movimientos ecologistas como entre los propios actores de la producci&oacute;n, destac&aacute;ndose que las regulaciones ambientales y de sanidad animal, as&iacute; como aquellas relativas al desplazamiento, comercio y tr&aacute;nsito transfronterizo de ganado pueden afectar el crecimiento del sector pecuario, al conllevar mayores costos e influir en la localizaci&oacute;n de la producci&oacute;n. Se atribuye al sector ganadero un papel sustantivo como productor de emisiones antropog&eacute;nicas de gases de efecto invernadero (GEI), estim&aacute;ndose que a medida que el crecimiento de la poblaci&oacute;n mundial y de los ingresos incremente la demanda de productos pecuarios, dichas emisiones tambi&eacute;n tiendan a crecer, proponi&eacute;ndose la UE su neutralizaci&oacute;n hacia 2050. As&iacute;, no cabe descartar que a mediano plazo diversos pa&iacute;ses impongan restricciones de mitigaci&oacute;n de carbono en la producci&oacute;n pecuaria. Igualmente, la clientela del mundo desarrollado podr&iacute;a tender a reducir progresivamente su ingesta de calor&iacute;as c&aacute;rnicas utilizando fuentes alternativas de prote&iacute;na, lo que contribuir&iacute;a a reducir las emisiones de GEI. Finalmente, la naturaleza de la demanda tambi&eacute;n podr&iacute;a estar mutando, por lo que la competitividad futura de la industria de la carne podr&iacute;a depender del agregado de valor a los productos de origen animal sin obviar la preocupaci&oacute;n de los consumidores respecto del cuidado de su salud. Por ello, diversos actores de la cadena comparten la convicci&oacute;n que &ldquo;inocuidad, impacto ambiental y bienestar animal&rdquo; podr&iacute;an convertirse en las nuevas barreras al comercio de carne. En efecto, en un mundo donde la pandemia agudiz&oacute; la preocupaci&oacute;n de la sociedad por la salud, calidad e inocuidad de los alimentos, actualmente se registran presiones de los consumidores sobre los gobiernos respecto de los procesos de certificaci&oacute;n de inocuidad y calidad agroalimentaria. Cabe alertar sobre los riesgos que podr&iacute;an acarrear las nuevas iniciativas y restricciones sanitarias impulsadas por la UE sobre el negocio c&aacute;rnico y su comercio internacional, ya que no resultar&iacute;a deseable un incremento del proteccionismo y las barreras no arancelarias basadas en argumentos vinculados a aspectos no comerciales como los ya se&ntilde;alados. (*) Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la instituci&oacute;n en la cual se desempe&ntilde;a Fuente: Revista AmeriCarne N&ordm; 140